Menu

Según estudios recientes, las redes sociales están generando una nueva forma de entender nuestra realidad, casi bifurcada. La vida que tenemos en las redes, en Internet, tiene poco que ver con la que realmente disfrutamos en nuestro día a día. Es como un escaparate para mostrar nuestros mejores momentos, las aventuras, las vacaciones, las cenas, los instantes más felices… Compartir todo eso con los demás se ha vuelto casi una obsesión para muchos, hasta el punto de marcar cada paso que dan en su día a día. Viven para mostrarse en la red, buscan planes solo para compartirlos en stories y publicaciones, para demostrar que están llevando una vida divertida, disfrutable, especial… Y eso genera una gran presión, tanto en los mismos influencers como en todos sus seguidores, aquellos que quieren llegar a ser como ellos, pero están solo aspirando a serlo.

Las redes sociales nos han vendido, además de una falsa versión de una realidad, una mentira muy peligrosa: cualquiera puede hacerse muy famoso y rico si consigue viralizarse. El contenido hoy vuela de una cuenta a otra, de un dispositivo a otro, hasta compartirse por millones de personas. Un vídeo simpático puede dar la fama a un chico anónimo de cualquier ciudad del mundo. Una foto en el lugar adecuado puede llamar la atención de muchas marcas sobre esa chica que siempre ha soñado con ser modelo. Todos tenemos ese tipo de aspiraciones, y las redes nos han permitido llegar a ellas para cumplirlas y tener nuestros quince minutos de fama. Pero, ¿es posible que todo el mundo pueda aprovechar esa oportunidad? ¿Hay sitio en nuestra sociedad para tantos millones de influencers? La fama no es tan sencilla de conseguir, y por eso la competencia es máxima. Las redes se han convertido en un negocio del que muchos están sacando tajada, y para estar ahí hay que poner toda la carne en el asador… o en la pantalla. Y es que son muchas las chicas que, gracias a su sensualidad y erotismo, están logrando colocarse entre las influencers más seguidas.

Las redes sociales como medio de exposición

Una gran ventana al mundo. Eso es lo que son las redes sociales, una sublimación de nuestro eterno deseo de conocer las interioridades del resto del mundo. La curiosidad natural del ser humano se ha ido desarrollando a lo largo de los tiempos como una búsqueda del cotilleo, como forma natural de conocimiento. Las redes sociales no solo han permitido mostrar y compartir nuestra vida con los demás, hasta el punto que queramos, sino que han igualado a famosos y anónimos. Gracias a Instagram sabemos qué es lo que opina tal cantante sobre la última polémica, o podemos descubrir lo que desayuna la actriz de moda. Es como asomarnos a esas vidas que siempre han estado rodeadas de misterio y exclusividad. Por eso hoy todos quieren ser influencers y dar esa imagen, llevar esa misma vida que los famosos.

Chicas que se ganan la vida gracias a su cuerpo

El negocio de las redes sociales se basa sobre todo en la publicidad de las marcas que exponen sus productos a través de estas nuevas celebridades. La cosa va así: tú has conseguido generar una comunidad grande, como de 50.000 personas, por ejemplo. Consigues miles de likes en cada publicación, tienes un público fiel que comenta cada post y que además, sigue tus consejos. Y da la casualidad de que ese público es el mismo que busca tal o cual empresa para colocar sus productos. Así que se ponen en contacto contigo para conseguir una colaboración mediante la cual tú aparezcas publicitando sus servicios o productos, a cambio de un pago. Estas colaboraciones se pagan según el número de usuarios y seguidores que tengas, pero pueden ir desde los 100 a los 10.000 dólares en el caso de celebridades muy conocidas.

Dentro de este sistema se encuentran muchas chicas que han encontrado en las redes sociales una forma de crear su propia marca. Es una vía alternativa para conseguir dinero, ya que el escaparate sigue estando ahí, pero en lugar de servir para anunciar a otros, lo hacemos por nosotros mismos. ¿Tenemos un grupo o vendemos libros? Pues las redes nos permitirán llegar a muchos seguidores que puedan conectar con nosotros e interesarse por lo que ofrecemos. En el caso de las chicas, muchas de ellas se abren cuentas en plataformas como Onlyfans, o tienen webs personales donde venden fotografías eróticas o incluso explícitas a miles de seguidores. Ese es el verdadero negocio para ellas, modelos amateurs, chicas anónimas o pornstars que buscan aprovechar ese tirón para conseguir mayores ingresos.

Del porno a Internet… y viceversa

Instagram es un ecosistema curioso, regido por ciertas de decoro que constantemente son puestas en duda por muchos de sus usuarios. Pertenece a Facebook, el gigantesco conglomerado cibernético de nuestro siglo, así que la censura está a la orden del día. Especialmente con el contenido sensual o erótico, que trae de cabeza a los moderadores de la plataforma. Ese intento por cercenar y ocultar los cuerpos desnudos, por ejemplo, choca con la cada vez más abierta mentalidad de las mujeres a la hora de mostrar su cuerpo. Y no es de extrañar que Instagram se llene de fotos tremendamente sugerentes, donde las chicas buscan las mejores posturas para enseñarlo todo, pero no enseñar realmente nada. Desde cantantes de éxito mundial hasta esa vecina a la que le gusta lucir sus curvas en la playa, Instagram nos lo pone todo en bandeja.

Hay muchas chicas que aprovechan esta ventana para conseguir seguidores y llegar más lejos en sus negocios particulares. Las actrices porno, por ejemplo, han logrado convertirse en influencers modernas gracias a su descaro y a su carisma en las redes. Allí pueden ser chicas “normales”, aunque sugerentes, alejadas de lo más explícito. Captan la atención de los seguidores, generan una gran comunidad que luego rentabilizan a la hora de vender su contenido exclusivo… Son muchas las pornstars que están gozando de gran popularidad, de millones de seguidores en las redes. Pero también muchas chicas que surgieron precisamente como celebrities cibernéticas y han terminado generando contenido pornográfico o al menos erótico. Chicas anónimas que llegan a la industria después de las peticiones de sus miles de fans para verlas en situaciones mucho más morbosas y sin censura.

El sexo siempre vende

Y es que las redes sociales han puesto de manifiesto otra de esas grandes verdades que se llevan repitiendo desde hace mucho tiempo, pero que no por ello dejan de ser ciertas. El sexo siempre vende, porque conecta con una parte instintiva en nuestro cerebro, tanto para los hombres como para las mujeres. Internet ha llevado este axioma a un nuevo nivel, poniendo a disposición de cualquier usuario todo el porno que desee al alcance de un botón. Pero no se trata solo de porno, sino del erotismo en sí, de como fotos en bikini ayudan a generar más likes en una publicación de una chica que no se dedica al mundo erótico. El sexo se aprovecha para llamar la atención, y eso es algo que todos buscan hoy en día en las redes.